Superados los primeros momentos de angustia tras el derrumbe, Don Lucho, acostumbrado a poner las cosas y a la gente en su sitio, supo transmitir a sus compañeros de encierro un mensaje claro que llevó a todos a seguirle incondicionalmente.
Luis, huérfano desde los 10 años, fue el cabeza de familia de seis hermanos. Luis consiguió cohesionar las fuerzas de todos y fue capaz de preparar un programa de trabajo (tuvo que encerrarse en un vehículo de la mina para desarrollar un plan) que optimizara el potencial de cada uno de los presentes y les permitiera subsistir, así como la necesidad de aunar fuerzas y mantenerse unidos.
Sus argumentos:
Topógrafo de profesión, elaboró los mapas de su ‘celda natural’ que no sólo sirvieron para su posterior rescate, sino que supo enviar un mensaje muy claro -como buen conocedor del medio- a los 32 mineros que le acompañaban. Cuando a finales de agosto el gobierno chileno era consciente del decaído ánimo de los mineros encerrados, también supo preparar un metódico programa para trabajar en todos los aspectos -físicos y psicológicos- y permitir así todos salieran bien de esta situación. A fin de cuentas, se trataba de influenciar en ellos desde la superficie para, con el ánimo alto, trabajar juntos por la liberación.
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